La fuerza del corazón

Parecían los últimos segundos de la final de la Copa de Europa. Por la tensión en el ambiente, el empuje desde la grada, los jugadores granotas peleando cada balón hasta la extenuación y la explosión de felicidad con el pitido final. Pero era una simple victoria que permitía al Levante ponerse ¡a diez puntos! de la zona de salvación. En otro club, en otro lugar, otro equipo u otra afición, el ambiente sería derrotista, pero no en Orriols. Ayer fue una nueva lección de pundonor, de entrega,de corazón, en el césped y en la grada, con fases de buen juego y ocasiones para hacerse merecedor del triunfo.
VALENCIA / A. HUERTA Este Levante no arroja la toalla, y aunque su misión sigue siendo casi imposible, ayer venció a un Zaragoza que está a años luz en el terreno de juego del potencial que refleja su plantilla, aunque sin quitar su mérito al buen hacer granota. Un equipo maño de calidad pero sin alma, todo lo contrario que el conjunto de Gianni de Biasi, y que se acerca al infierno.
El Zaragoza tuvo más el balón, y llevó la iniciativa. Pero al contrario que en otras ocasiones, los granotas no necesitaron de tantas oportunidades para abrir el marcador. Un buen centro puede hacer más daño que diez aproximaciones al área imprecisas, que es lo que le suele pasar al Levante. Ayer, un envenenado envío de Courtois lo remataba como un ariete de los antiguos Geijo, ganando la partida a Ayala, con el que se las tuvo tiesas todo el partido.
La consigna era clara. Bien replegados, ordenados como le gusta a De Biasi y buscar hacer daño a la contra. No es fácil sujetar a Diego Milito y Oliveira durante los 90 minutos y ambos tuvieron su ocasión en la primera mitad, pero ya no aparecieron en la segunda, atrapados entre la telaraña tejida con criterio y oficio por los azulgrana.
El Zaragoza siguió disponiendo del cuero tras el descanso, pero sin convicción y endeble atrás. Tras varios avisos, Riga le ganaba la partida a Pavón y encarrilaba el choque. El sino del Levante es sufrir, vaya como vaya todo partido, y un error infantil en la retaguardia permitió meter de nuevo en el partido a su adversario. Pero éste no está para florituras y los granotas tenían claro que iban a morir defendiendo el resultado. Así lo hicieron, e incluso Iborra tuvo la sentencia. El levantinismo sigue soñando en esta campaña de tanta penumbra.

Fonte: Superdeporte.es